Celsa Barja

Celsa Barja

18/5/14

Edgar Jené

  


En un mismo espacio dogma e instinto, un reclamo de ganas sobre un adverbio de lugar, conversaciones de silencios donde sorbo a sorbo se alimenta la gula que convoca las pieles. En un mismo espacio el debut y la ultimación, la biografía del candor bajo un sustantivo de consagración, la divergencia del contacto en el teorema alquímico del vientre y del vicio terminal de las carnes sin pecado, sudando gerundios y tan  intactas... 
En un mismo espacio ser quebrado, ser mordaza de niebla, ser ternura que muerde o un ángel de tierra. Caer al norte del olvido, en la cicatriz de la sangre. Volverse vigía de ausencias y acristalar las raíces en la garganta para obedecer al frío, a la pura inocencia, hasta atravesar la voz con la flecha herida y la espuma violeta... Y, al final, palpar los huesos, deshabitarse de palabras, vivir sin huellas en el pecho, sin temblores en la edad. Como un espectro del poema...

©Celsa Barja







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